En una sesión cargada de tensión política y mensajes cruzados, el Senado de la República nombró este miércoles a Ernestina Godoy Ramos como la nueva titular de la Fiscalía General de la República, luego de obtener 97 votos a favor en una votación por cédula que dejó claras las fuerzas y debilidades de cada bloque. Con este resultado, Godoy toma oficialmente el relevo que dejó Alejandro Gertz Manero tras su renuncia, y se convierte en la figura que encabezará la procuración de justicia en México durante los próximos años.
La votación se dio después de analizar la terna enviada por la Presidencia, conformada por Luz María Zarza Delgado, Maribel Bojorges Beltrán y la propia Godoy. Aunque todas llegaron con trayectoria sólida, desde el inicio era evidente que el impulso político y la operación interna apuntaban en una sola dirección: Ernestina Godoy, quien ya se desempeñaba como encargada de despacho y contaba con el respaldo abierto del oficialismo.
Con su designación consumada, Godoy subió a tribuna, protestó el cargo y lanzó un mensaje directo donde prometió que bajo su gestión no habrá fabricación de culpables, tampoco persecución política, pero sí — aseguró — un combate frontal contra la impunidad. Sus palabras buscaban calmar el ruido que venía desde la oposición, que durante el debate acusó que su llegada representa una Fiscalía demasiado cercana al poder presidencial y que esto podría comprometer la autonomía de una institución diseñada para operar sin obedecer a intereses partidistas.
Aun así, su nombramiento avanzó sin tropiezos dentro de la mayoría legislativa. Afuera, la conversación nacional ya había empezado: mientras algunos celebran que por fin una mujer con larga experiencia en justicia encabece la FGR, otros alertan que el país podría entrar en una etapa más controlada desde el Ejecutivo, donde casos delicados podrían manejarse con criterios políticos y no técnicos.
Lo cierto es que, más allá de discursos y advertencias, Ernestina Godoy llega con una misión enorme: limpiar, ordenar y reconstruir la credibilidad de una Fiscalía que desde hace años arrastra acusaciones de opacidad, lentitud y uso faccioso. El tiempo dirá si su llegada marca el inicio de una transformación real… o el cierre de la autonomía que alguna vez se prometió para una de las instituciones más importantes del país.



